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lunes, 4 de marzo de 2013

JOSE

Hoy el rojo debería haber seguido al amarillo, pero el “escribidor” no puede tener planes, los planes son para cumplirlos y él, irremediablemente, nunca los cumple, no por dejadez, o por pereza, monstruos que le acechan diariamente pero que logra vencer “día tras día”.



Nunca cumple los planes, porque siempre hay otros que se solapan a los anteriores y a los que hay que prestar más atención o en sus palabras, que si no hace literatura le da algo, ……….al encontrar campos que hay que labrar antes que los proyectados…………, hortera pero bonito ¿no?



Bueno, al lío, nos quiere hablar de Jose, según parece la conoció en la sala de espera del dentista y dice la conoció ya que es, no era, es, una mujer, de entre 40 y 50 años, enjuta, pelo blanco con mechas rubias, sonrisa perenne, andar titubeante y conversación fácil.





La vio levantarse con dificultad de la silla, apoyándose en los reposabrazos como un atleta de paralelas, pero sin su fuerza física, él se dispuso a ayudarla, pero ella con una triste sonrisa, le indicó que no era necesario, que lo tenia que hacer ella, por lo cual se limitó a ayudarla a ponerse el abriguito de paño beis y desplegar el mango telescópico de la maleta. Ella solo dijo: tengo huesos de cristal…………………….



El pensó y así lo tradujo, en una enfermedad genética, ella volviendo a utilizar la sonrisa ya conocida, se limitó a informarle: no, cáncer de huesos. El se quedo de mármol, Ella lo noto y con ademán despreocupado dijo: llevó ya 10 años con él y voy tirando.



Al escribidor se le agolpaban las preguntas, debía haber pocos casos de un cáncer de huesos con 10 años de antigüedad, ella lo leyó en sus ojos y respondió: Estoy en una clínica Americana y recibo los tratamientos que todavía no son legales en España y así voy tirando, eso si, me he quedado sin casa y ahorros, pero a cambio he conseguido 10 años de vida.



La tristeza del escribidor bajo por su garganta y solo acertó a preguntarle como te llamas, cuando ya se iba, necesitaba quedarse con algo de ella, en la seguridad de su pronta ausencia, él necesitaba asir su existencia actual de alguna manera, que mejor que su nombre, Jose, le dijo con una gran sonrisa, quizás ella pensó lo mismo, respondiendo con un: ¿Y tu como te llamas? Fernando, respondió el escribidor.



En ese momento y para siempre ambos existían y como tal se reconocieron y con el tiempo se recordaran.



Para quien no haya sentido esto, nada que decir, para quien lo haya intuido o sentido, fue el sentir del existir…………

Luego solo un “Suerte José, gracias Fernando, para ti también”.

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