El contador de historias vive en un lugar siempre cubierto de niebla, donde los montes solo se intuyen y el frío hiela los huesos, es un lugar ubicado en otro lugar de mayor amplitud, que todo el mundo sabe que lo más pequeño no puede contener lo más grande, es física, no lo ha inventado el contador. Y este lugar se encuentra en otro aún más grande, así ad infinitum.
Su negocio, mejor, su modo de vida, que negocio es una palabra importada y sin sentido en este lugar, donde no se buscan beneficios, se busca liberación. Pues bien su actividad, término este más aséptico, estriba en escuchar las historias que vienen a relatarle a su despacho, ubicado a su vez en una vieja casa, con un cartel en la entrada que reza BORRON Y CUENTA NUEVA.
Todo ello en la creencia, por estos andurriales, de la liberación que produce contar la propia historia y que otro más avezado, con pluma más afilada y estilo más acertado, la trascriba, para que en el momento de ser plasmada en el pergamino, deje de tener importancia, al haber sido traspasada de la conciencia del donante a la tinta y piel del contador.
Por sus manos han pasado amores imposibles, (como si el amor fuera posible), piensa entre reglón y reglón que más que escribir dibuja, despertando la admiración del delator de su vida.
Por sus dedos han pasado historias de infancias difíciles, de niños ya hombres que sufrieron la soledad al sentirse diferentes y por ello marginados…………., de hijos nacidos sin el deseo real de ambos padres………….., de jóvenes que percibieron a edad temprana que todo es dolor y aun así fueron obligados a cargar con una responsabilidad que en nada merecían.
Han pasado también hijos que después de discutir con su padre agriamente una noche, al día siguiente lo encontraron muerto y lo único que sintieron fue descanso. Otros que velaron a su madre durante meses mientras esta se retorcía en una cama, deseando deslizar una almohada sobre su rostro para alejar de ella el sufrimiento.
Han pasado historias de relaciones que se pudrían, como lo hacen las hojas en el otoño, creando un manto que dará nuevos brotes en el verano pero que indefectiblemente se volverán a pudrir cuando de nuevo otoñé.
Han pasado historias tangenciales del dolor provocado involuntariamente por mor de vivencias que han torturado otras mentes y que en ningún momento buscaron provecho, al ser realizadas como hemos dicho involuntariamente.
Han pasado historias de amor en las que el narrador quería enamorarse con todas sus fuerzas y que la pareja le fuera, eso pareja en sentimientos y emociones, pero nadie sabe amar, no llega más lejos de mantener fluidos en movimiento durante un tiempo determinado, pero aparece la obligación, la posesión, la sumisión, lo que al ser humano es pedirle peras, sin tener en cuenta que es olmo.
El contador nunca ha escrito historias felices, que estas no quieren ser olvidadas y por eso no se cuentan, es más se tallan, se modifican, ¿se inventan?, para que perduren para que le den sentido a la vida.
Pero el contador no es un ser triste, sabe cual es su cometido y lo lleva a cabo, aunque eso conlleve cargar con todo lo triste que es descargado en los tomos que cubren sus paredes.
Solo espera despertarse una noche con olor a humo y ser el centro de un gran incendio en el que él, junto con todos sus anaqueles de historias ardan para que nunca se vuelvan a recordar tan tristes historias.
Vuestras historias, nuestras historias, sus historias.
29.08.12