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jueves, 9 de agosto de 2012

EL TORNILLO

Imaginad un gigantesco tornillo, que de manera implacable e imparable va traspasando una superficie tan dura como él mismo, ambos están hechos de la misma materia, la materia del deseo, del poder, del dinero, de la sumisión. E imaginad que ese tornillo es parte de la historia, de nuestra historia, pero solo parte, ya que ha de roscarse sobre algo para completar el conjunto. Según se suceden las épocas, las eras, el tiempo en suma, ese asesino implacable que hace del olvido su sicario, ese tornillo pasa de ser enorme a ser más pequeño, nunca diminuto que las ansias humanas siempre están regidas por las miserias inherentes a tan imperfecto espécimen. Hasta hace poco conseguimos que ese tornillo tuviera un discurrir más lento, las estrías penetraban en nuestra materia de manera forzada, en realidad no era por falta de ímpetu, era por miedo, miedo a saltar un punto de rosca, romper el vástago o pasarlo de rosca, todo ello hubiera llevado a que la cabeza del tornillo se hubiera despeñado sobre la superficie de manera catastrófica, aplastando tornillo y superficie taladrada. Hoy los operarios del tornillo han acelerado el taladro, y rosca incansablemente, traspasando todo a su paso, ya no tienen miedo a roturas, pases de rosca o desviación del vástago, han dado por fin con un material maleable, un suelo blando, de arcillas muelles, que aceptan su paso como una violación consentida. Mientras dictan reglas para que el taladro siga su camino sin impedimento y desde la cabeza blindada del mismo, sienten el orgasmo que produce a las mentes enfermas el taladrar un sexo adverso y anónimo. En otras ocasiones el suelo ha respondido compactando sus materiales, consiguiendo una densidad rocosa que ha impedido su paso, desgraciadamente hoy en día no hay nada más cierto que el viejo adagio: “polvo somos y en polvo nos hemos convertido”. Pero no polvo de estrellas, ni polvo recreativo, polvo sin resistencia que con un solo soplido dejara la superficie limpia y preparada para que el tornillo descanse sobre todos nosotros, aplastando nuestras ilusiones, nuestro futuro, nuestra vida. Pero amigos la historia no acaba aquí, llegará un tiempo en que lluvias de invierno y frío glacial vuelva a convertir en dura la superficie y el tornillo sin que se lo ordene nadie, explícitamente, se irá desenroscando, lentamente, por miedo a partirse por la presión. Ójala podamos vivirlo o quizás solo serán vuestros bisnietos quienes alcanzaran a leerlo, eso si en un libro de historia. Buenos días y buena suerte.

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