En mis más frecuentes salidas nocturnas, conocí un personaje insólito, “un sonámbulo despierto”.
Es decir estaba como dormido, pero absolutamente despierto. Ni que decir tiene que despertó inmediatamente mi interés, y le aseteé a preguntas, que él respondía con un desparpajo y un acierto que era imposible que nadie en los brazos de Morfeo pudiera llevar a cabo.
Después de unas cuantas cervezas se fue despertando, poco a poco, mientras yo me iba sumiendo en un sopor mareante e insano, (el que te da la realidad dando vueltas alrededor de tu cabeza), él seguía desgranando sus pensamientos, metas y objetivos, pero cada vez me parecían menos lúcidos e interesantes, era como si a medida que huía de los brazos de esa cuerda en continuo vaivén morfiano, que es el soñar despierto, empezara a caer en el mundo, en el mundo de los despiertos.
Ese mundo que se cree analítico y preparado para afrontar todo lo que se le presenta día a día, que no se mete en peleas que no puede ganar, que no intenta cambiar el mundo, sino exprimirlo, para que cambie, pero solo para él.
A medida que él despertaba, era como si se apagara y pasara a ser un sonámbulo dormido, yo a la par me convertía en él, en un sonámbulo despierto y empecé a verlo todo claro.
Paradojas de la existencia ¿real o ficticia?
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