Miguel Hernández hablando de la muerte de un amigo, decía, que se le moría el alma, Ramón Siget, creo que se llamaba.
Yo no creo en el alma, y si existe yo no la tengo de serie. Vale, tengo ética, tengo principios y no como los de Marx (Groucho para los mal pensados), son principios muy rígidos, grabados a fuego y sangre en mi carácter, propia de una educación espartana, por intolerante y pobre, que suelen ser dos elementos de la ecuación que desgraciadamente siempre van juntos.
Por eso me duele, Tinka, la Babatinka, ¿quién era la babatinka?, en castellano “la abuela catalina”: una señora pequeña de mirada inteligente, heredada, quizás, de sus ancestros, mezcla de griegos, búlgaros y gitanos.
La conocí poco, pero a mi me caló con dos miradas, es lo que tienen los gitanos, si además son griegos y búlgaros.
Aunque me presente como amigo de su hija, que ella pensaba casada con un ruso, me reconoció como la pareja actual de su niña. Y no me rechazó, me dedicó sonrisas veladas y hasta me llamo “niño guapo”, en búlgaro claro, para ella era un niño, de cincuenta y tres primaveras, pero un niño.
Ella con setenta y tantos parecía tener diez años más, vivió la segunda guerra mundial, el comunismo búlgaro, del que no estaba nada descontenta. Acostumbrada a tener nada, solo una moral rígida e intolerante, el comunismo le proporcionaba todo lo necesario para tener una casa, comer y que sus hijos estudiaran, una de sus hijas, ahora “en mi poder” hasta llego a ser Ingeniera.
Ella creía en el comunismo y lo demostraba en su casa, donde lo poco que había era de todos, así, ella, en su propia casa vivía en la parte más pobre, para que su nieto, pudiera vivir en la parte mejor. Ella era feliz, si ese término fue conocido por babatinka, con sus telenovelas, su labor, (hacia zapatillas de lana y jerséis para el invierno), haciendo conservas y dirigiendo la familia.
El sábado murió en un hospital sin calefacción, sin médicos apenas, con una atención deficiente, soslayada únicamente por sus hijas, que para estar con ella la última semana tuvieron que llevar una estufa y un colchón al hospital, para engañar a las noches en vela, ya que ni sillas para sentarse formaban la dotación del mismo.
Murió como vivió, sin hacer ni un ruido. No levanto la voz, nada más que en contadas ocasiones, ¿para qué? Nadie la iba a oír.
Su matrimonio, según cuentan las crónicas, fue por amor, algo raro en su Bulgaria, donde muchas veces el matrimonio es de carácter siciliano, más para guardar honra y apariencias que por eso que llaman amor. ¿Qué os voy a contar de vuestras madres?, muchas lo han vivido en directo.
Fue siempre fiel a su marido, algo obligado en esos lares, algo que no le fue devuelto, al igual que prácticamente a todas las mujeres de su entorno y descendencia.
Pero no se quejaba y aún a los años de la muerte de su marido, al que seguramente tendría mucho que reprochar, le gustaba sentarse en una silla, de tienda chinos, y quedarse mirando la sepultura de este, mientras alguna de sus hijas arrancaba los rastrojos de su tumba. Al lado de la que ahora descansa ella.
En una adoración, en la que el adorado debería adorar a la adoradora. Pero Bulgaria es así, es de los hombres, hecha por ellos y para ellos. La mujer con el comunismo consiguió incorporarse de igual a igual en el ámbito intelectual y laboral, pero la dominación turca hasta el siglo XX, prácticamente, ha hecho de ella que sigan siendo esclavas de sus dueños.
Pero no nos apartemos de la babatinka, murió como había vivido, sin llamar la atención, bueno a mi si me llamó la atención, su mirada profunda, escrutadora, dura, hasta que finalmente evaluó que yo era merecedor de su hija. Espero no decepcionarla.
Y así una mujer que no conocía de nada me duele como le sucedió a Miguel Hernández y eso que no tengo alma, porqué me descubre el sentido de la vida, me descubre que todo es efímero, que nuestro paso por aquí es un silbido que el viento ha dejado escapar al chocar contra un árbol. Es como el trino de un pájaro asustado al ser sorprendido por el disparo de un cazador.
Es como una fracción de la nada adobada con saltos de payaso y rebanadas de aire.
Y pienso en todas estas mujeres que ni siquiera llegaron a ser auténticos seres vivos, fueron como la mandrágora, que necesita la rama de otro árbol para desarrollarse, si muy mágicas, pero que son indiferentes al árbol en el que se cobijan y que solo un mago sabe cuales son sus beneficios y utilidades.
Lloraran por ti babatinka, no lo dudo, ¿pero hasta cuando te recordaran?, que has hecho para que te recuerden: hijos, pero hijos para los que tu historia será eso una historia con una alguna anécdota, en la que se olvidará todo lo malo que has hecho que, seguramente, involuntariamente y por tanto sin saberlo, habrá sido bastante, sobre todo a tus hijas y se recordará lo bueno que has hecho, que también será abundante. ¿El balance?
Es estúpido buscar balances en un país comunista o que al menos lo era, y tenía fábricas y tenia hospitales con calefacción y médicos y colegios. Tu ahora has muerto cuando no hay nada eso, buen momento para morir, babatinka, nada va a mejor, todo va a peor.
Y ¿Qué a que viene todo esto?, quería que te conocieran y que esto sirva de recuerdo, quien sabe si existe el alma y alguien la tiene y lo mismo se le rompe con tu muerte y tu recuerdo, que aunque sea poco leído, te hará pasar a la posteridad.
Es lo que tiene la escritura que te da presencia, existencia y en algunos corazones, (en eso si que creo), trascendencia.
Buen viaje Babatinka. Un beso.