Cómo todos los que me conocen saben, soy poco democrático, no es que dude de la certeza de la opinión de la mayoría, no creo que la mayoría tenga opinión. De ello se han ocupado los poderes “públicos” que en realidad se deberían llamar “privados” ya que tanto los bancos, las grandes fortunas, lobbys, etc., se ocupan de crear esa opinión pública y así inclinar la balanza democrática al lado que más conviene. ¿Cómo si no, se explica que aquellos partidos que consiguen mayores créditos para las campañas electorales, de las entidades bancarias y capitales privados, son los que más escaños obtienen? Fácil, esta decidido de ante mano quien va a ganar y en que porcentaje.
Pero vamos a la dicotomía público-privado. Lo público se deteriora a propósito y lo privado se potencia para solucionar lo que se ha deteriorado, es como si tuviéramos un hijo feo y lo arrojáramos contra el suelo repetidamente, hasta que su deterioro fuera tal que lo mejor sea enterrarlo, para después, alquilar uno en una empresa de renting, para sustituirlo.
Nos saldrá más caro pero podremos elegirlo ¿o no? Pues la verdad es que no, tendremos que aguantarnos con lo que nos den, ¡pero al ser de pago será tan guapo!
Y eso se está haciendo con la sanidad pública; hoy he ido a hacerme unos análisis rutinarios y estaba citado a las 8,15, he llegado a las 8, que de familia siempre me han dicho que es mejor esperar, antes de que te esperen. Y me he encontrado, rodeando el consultorio médico, miles de años de existencia, digo esto, ya que todo el consultorio, como si de un gran anillo se tratase, estaba cercado por cientos de ancianos y algún que otro enfermo mental, que no dejaba de dar gritos por su sitio en la cola.
Extrañado por los gritos he guardado mi puesto en la cola, esperando a que se abrieran las puertas del consultorio, algo de todo punto ilógico, ya que todos teníamos hora en los volantes de citación, al objeto.
Se abren las puertas y un tropel de almas en transito, (la mayoría no pasa de este año y dentro de nada se dirigirán a la luz), se abren paso al interior.
Me dirijo a la zona de extracciones salvando el gentío y extrañamente nadie me sigue, cuando pregunto a una despeinada bata blanca, me indica que antes debo procurarme unas etiquetas en la cola del fondo, para luego acceder, a otra cola, que se va formando en extracciones y donde iré entrando por orden de llegada, al preguntar de que sirve la citación horaria, la bata blanca se encoge de hombros y me deja abandonado.
Hago mi cola para las etiquetas preceptivas, mientras un pirao asusta viejas detrás de mi, paso, cada día me interesan menos las disputas y no entro nunca en las de locos y ancianos, en las que siempre tú eres el culpable.
Accedo con posterioridad a la cola de extracciones, ya con mis etiquetas en mano. En esto, me interpela otra bata blanca: que si tengo orina para análisis, le digo que si, y me pide que le de las etiquetas y la muestra, todo esto de pie en la cola de extracciones, le pregunto que quien organiza esto y me dice que la coordinadora, pero que si quiero hablar con ella debo pedir hora, ¿orientativa o con pegatinas?, pregunto, me ignora y se va con mi pis etiquetado.
Por fin, media hora después de la marcada en mi citación, accedo al santuario transilvano, por lo de la sangre y la extracción, permítaseme la figura literaria. Donde después de diez minutos buscándome la vena, he de decir a quien no lo sepa, que kilómetros de venas recorren nuestro cuerpo, pero las mías están ocultas, al parecer, por ello se inclina por sacarme la sangre de la muñeca, no estoy tonto, de la muñeca, cincuenta años sacándome sangre y hoy por primera vez me la sacan de la muñeca, ¿innovación tecnológica, I+D?
Después de “apositarme”, es decir, cubrirme con un apósito el pinchazo que no deja de sangrar, pido hablar con la coordinadora de extracciones, versus análisis,
Téngase en cuenta que solo he podido calarme la boina, llevo la bolsa de deporte en la mano, la chaqueta en la otra la bufanda al cuello y la muñeca sangrando sujeta con la otra. Todo esto unido a las colas, aquello parece el Madrid tardo-republicano, a punto de ser tomado por las tropas franquistas, después de un bombardeo y yo un maquis herido.
Todo aderezado con viejos sin poder sentarse, que tienen que hacer cola para no perder el turno, batas blancas deambulando como zombis, a los que los peines convertirían en seres casi normales, locos pegando gritos y abulia absoluta del personal.
En esto aparece la ayudante de la coordinadora, quien me refiere que la organización es perfecta y que es derivada de la Ley de Protección de Datos, al ver mi cara de incredulidad, me indica que tiene que hacerse así ya que hay gente que se queja al llamarles por su nombre y la ley de protección de datos les ampara. Yo le contesto que les amparará en Zimbabwe, donde los nombres deben ser ocultados a los dioses para que la desgracia no caiga sobre ellos. Dicho esto pongo en su conocimiento que el nombre no es un dato protegido por la mencionada ley, que no hay derecho a obligar a cientos de ancianos a esperar en la calle, ya que no se respeta el orden de citas. Y que si echaba un vistazo al consultorio vería una clínica en Siria después de una incursión de luchadores por la libertad. En suma le reconvení a replantearse la organización, hacia otra más racional, que disminuya los tiempos de espera y las incomodidades, a saber: las etiquetas se entregarian en la puerta del laboratorio de extracciones, por una bata blanca al objeto, (cualquiera, una de las que deambulan o dormitan tras las ventanillas), a requerimiento, lista en mano, a los pacientes por orden de citación, para acceder a la extracción, donde a la vez, se les recogerían las muestras de orina.
¿No está mal, verdad para no tener ni puta idea de sanidad? Me responde que lo reconsiderará y que si quiero presentar una reclamación que lo haga, a lo que le respondo que eso es lo que hace falta reclamaciones, para que terminen privatizando la sanidad por mala organización y malísima gestión.
Me voy y pienso que seguro que el PP ha introducido agentes desorganizadores, o torpes directamente, para que la opinión pública, esa que se crea democráticamente, como decíamos antes, termine viendo con buenos ojos el cambio del sistema………….de lo público a lo privado.
¿Estoy loco o soy muy listo?
No, en el fondo soy gilipoyas, ya que no se que hago contándoos esto, como si a vosotros os importara. No obstante algo tengo claro, en un futuro no muy lejano lo recordareis y os importará, ¡vaya si os importará!