Aún con el rojo manchando sus manos, más orgullo que mancha, limpia dulcemente el borde ensangrentado, que posiblemente cubrirá un marco o pervivirá como marca de la pasión vertida que no admite limites.
El escribidor, que no escriba, ni escribiente, diferentes variantes con diferentes señores, que las palabras siempre tienen dueño, coge su pluma suavemente, como reinó en el ave propietaria, la embebe en el negro contrapunto, color de alegría, antes que el blanco usurpara su carácter y recorre espacios necesarios, saltando y cruzando colores anteriores, plasmando saltos imposibles de nadadores Egeos, recorriendo olas ya marcadas de mares Rojos y salpicando con levedad no intrusa, el color piel, recuerda, del fondo y el rojo de promesas.
Ya vemos el conjunto dónde no reina ninguno, pero todos mandan y recuerdan una mezcla de vida, muerte y crecimiento, misión de todo ser vivo.
Parecía imposible pero el escribidor lo observa, y piensa que lo imposible es posible: “…………….un cuadro puede y debe ser pintando, pero también, puede y debe ser contado”.
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