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lunes, 4 de febrero de 2013

Ensayo sobre la lucidez

Ensayo sobre la lucidez, es una novela del querido Saramago, del que únicamente no comparto su pasión por Lanzarote, aunque quizás la entiendo: un terreno desierto, rítmicamente desolado, donde en un tiempo lejano se erradicó la vida, decisión sabia de una naturaleza torturada. Allí mires donde mires, todo es marrón, en multitud de tonalidades, seguramente fruto del humus de cadáveres y cadáveres de especies que solo han servido para abonar la tierra.



Saramago nos cuenta en su novela, que en ningún caso es una continuación de Ensayo sobre la ceguera, aunque algunos personajes se repiten, la respuesta de una sociedad coherente a una situación como la que ahora nos “asuela”, original del asolar tan predicado, dado que nos deja subsumidos por el suelo, tirados sin esperanza.



Él, en su mundo, imagina una sociedad tan corrupta y acaparada por los mismos de siempre, que los ciudadanos deciden no votar en las elecciones y las reacciones que se producen al hecho.



¿Qué nos enseña esto? Nos enseña que podemos ser pasivos, que en ocasiones podemos mirar para otro sitio, que incluso podemos ignorarlo bregando con nuestras vidas, pero debemos pensar que solo tenemos una, me refiero a vida, y lo que no podemos ser es cómplices.



No os pido que vayáis a la sede del PP, ni a la del PSOE a mostrar el malestar por el robo continuado al que nos están sometiendo desde bolsillos políticos y desde fundaciones fantasmas sin ningún objetivo, ni tan siquiera parasicológicos, que hasta estos, por peregrinos que parezcan, tendrían una explicación: resucitar a políticos de talla, de honradez publica y privada, así como admiración generalizada.



Ni siquiera os pido que vayáis a la Moncloa y echéis al “gallego ceceante”, ni a la Zarzuela para cantar el “Himno de Riego”.



Solo os pido, y eso si encarecidamente, que dediquéis un instante ha mirar a vuestros hijos, los que los tengáis, y penséis: ¿qué pasará cuando se pongan enfermos, que tipo de educación tendrán, cuales serán sus trabajos, como serán sus casas, si tendréis nietos?



Y a los que por gracia del ADN o por decisión propia, que os miréis al espejo y penséis en vosotros y en los anteriores.



Esto tiene que acabar, si, tenemos que instaurar la pena de muerte para los estafadores, habrá que hacerlo, pero como decía un político de antaño, sin acritud, como un causa que solicita un efecto, sin odio, sin multitudes, por mandato popular. El día que nuestra plaza mayor muestre a media docena de políticos, constructores y empresarios colgando de una cuerda y con sus pantalones aun chorreantes de la orina resultado de la estrangulación, no sé si se recuperara la moralidad, pero lo que esta claro es que el próximo se lo pensará dos veces.



Soy en general contrario a la pena de muerte, siempre que la cárcel conlleve trabajos forzados para el bien social, pero este no es el caso, quien no ha trabajado en la vida y solo ha vivido ha expensas de los de los demás lo seguirá haciendo aunque este en la cárcel, es su naturaleza primordial.



Un cáncer no se encierra en una probeta, se experimenta con el y luego se destruye extirpándolo; ya hemos estudiado bastante la corrupción podríamos hacer un master en el que muchos españoles están titulados. Ahora toca deshacerse de él. ¿Se siente pena cuando un tumor se tira a un cubo de quirófano después de sacarlo del cuerpo y es quemado posteriormente?



Evidentemente No, por ello os pido que en próximas elecciones como si de una quimioterapia democrática se tratase no vayáis NADIE a votar, y que si observáis síntomas de cáncer en vosotros o en cualquiera que os rodee, penséis que, a lo mejor en un día no muy lejano vuestras piernas estarán balanceándose a dos metros del suelo, en la plaza mayor de vuestros pueblos.

Y de vosotros solo quedará un charco de semen y orina,  que dará fe de vuestro crimen, como enemigos del pueblo que sois y habéis sido.

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