El “escribidor”, que no escriba, ni escritor, todos los días se abre en canal para buscar dentro de sí algo que contar, algo que remueva mentes, cuerpos y sobre todo corazones, algo que haga sentir y que a la vez le limpie por dentro; arrancando todos los brotes que surgen dentro de él, brotes que en ocasiones pueden dar lugar a inmensos jardines, que se traducen en libros, y en ocasiones, las más, malas hierbas que le impiden a los jardines surgir en todo su esplendor.
Contar es desnudarse, es perder, es regalar, es evocar, mundos que otros no son capaces de dar forma, de dar vida y con ello ofrecer la posibilidad de vivir lo inimaginable. No obstante si los lectores observaran sus trayectorias, descubrirían que sus propias historias son más increíbles e inimaginables, que las que el escribidor pueda relatar.
Y es que siempre la realidad supera la ficción.
Nuestras estructuras mentales tienen un límite, la realidad, la vida, no, y esa realidad no esta para ser contada, esta para ser vivida.
Pero mientras os decidís a vivir esas desastrosas o maravillosas historias, que todos y cada uno de vosotros tenéis en vuestro interior, el escribidor día a día os presta las suyas, reales o inventadas para que algo despierte en vuestro interior y viváis ¡coño! “que pa lo que nos queda en el convento, (decidlo a gritos), nos cagamos dentro”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario