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miércoles, 27 de febrero de 2013

BLANCO.

El pobre escribidor pensó que ya era hora de volver a lo suyo, que el mundo lleva millones de años injustificadamente, para nuestras caducas, por mortales mentes, justificando lo injusto, y aunque todo forma parte de una ley no escrita, la naturaleza no sabe escribir, solo obra y obra bajo leyes que no somos capaces de comprender, quizás no por difíciles, seguramente por no previsibles.



La naturaleza parece simple, pero es intrincada, y no muestra nunca su discurrir, podemos intuirla, nunca adivinarla.



Por ello, retomando, el pobre escribidor pensó que ya era hora de volver a lo suyo, escribir. No entró en conceptos subjetivos, si escribir con calidad o ausente de ella, a él solo le gustaba escribir, vivía al escribir, se transportaba a mundos existentes y inexistentes, volaba sobre el pensamiento humano, soslayaba a la naturaleza. Solo una imbricación perfecta entre sus ojos, sus dedos y las ordenes que misteriosamente le enviaban unas ninfas, llamadas neuronas, que bailando de la mano en su cerebro le indicaban que debía relatar.



Y pensó en colores, pensó en el blanco, como ausencia de negro primero, pero como aviso de gris, mezcla de ambos, color de la desgracia antaño, ahora el blanco merced a otros bailes de ninfas en otros cerebros, se convirtió con el tiempo, en símbolo de pureza, como si el ser humano pudiera dar a luz algo puro, no corrompido, y vertió el negro en la simbología antagonista: lo oscuro, lo maligno. Vertebrando un pensamiento que cambiaba via religión los valores anteriores.



Pero somos así, somos capaces de convertir lo blanco en negro, y lo negro en blanco, somos subvertidores de la realidad, de la nuestra aunque falsa, y de la universal.



Pensó en campos blancos, de los que surgían plantas blancas, cubiertas estas de nieve blanca, que caía de un cielo blanco, que lo envolvía todo en una bruma que hacia el todo inexistente y pensó que el blanco hurtaba los matices, hurtaba las sombras, que el blanco, era lo necesario, el lienzo indispensable para desarrollar, juntar y matizar el resto de los colores, era la plantilla sobre la que desarrollar nuestra existencia, el punto de partida de la acción y de la reacción en comunión con los otros colores.



Pero eso sería otro relato, que no es bueno terminar un cuadro en un solo día, hay que dejar bailar a las ninfas cerebrales la danza sináptica, que les motive a nuevos paisajes; ya tenemos el blanco lienzo solo falta pintar.



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