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lunes, 4 de febrero de 2013

RAJOY VERSUS RUBALCABA. DIXIT AGUIRRE

Permitidme que me pierda en un tiempo de trazos estupendos y arrebatadores, recuperando letras de otros tiempos, que con unos retoques se hacen realidad presente. Al que le plazca que aplauda y al que no que lo desgarre, y en su herida provocada que la sangre corra por las líneas de la ignorancia ajena, que corriendo terminara inundando mentes surcadas por medanos yermos y pantanosos, todo por la complacencia de Vuesas Mercedes o por la reprobación de Vuecencias.



Y si a alguien aburren, nada más sencillo que ignorarlo, como se ignoran los amaneceres y los atardeceres, que a tantos otros, por su mera contemplación complacen.



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¿Qué es esta oscuridad que todo cubre?

¿Quién siembra esta niebla que me ciega?

¿Qué es ese sonido de pasos de otro tiempo?

¿Quieres probar mi espada, quieres morir a mis manos embozado que se esconde tras la niebla?

Quien así hablaba era Rajoy, siempre con su espada en una mano, su calavera en la otra y siempre con su duda acuestas, siempre pensando, que lo pensado por pensado era materia para ser pensada.

¿Quién me amenaza con jirones de espada desde el fondo de filos de niebla? ¿Qué ser tiene el arrojo de enfrentarse al Moro, al temible Moro de manos ensangrentadas?

¿Quién, mortal, inmortal, trasgo o aparición me reta en mi presencia, aludiendo a mi ausencia?

¿Qué busca una sombra gritando a otra sombra?

Quien así hablaba era Rubalcaba, siempre con sus manos engarfiadas, buscando el suave y níveo cuello de su amada, para volver a envolverlo en caricia de muerte.

Ambos a un palmo se vieron las caras y se reconocieron como lo que eran, personajes en papel de personificación de males que abaten a vivos y a muertos, personajes inventados sobre la memoria de la humanidad antigua y nueva, muestras del sentir y del ser, de eso que llaman seres humanos y que hasta su extinción han obrado, pensado, matado, vivido y servido a eso que llaman destino.

RAJOY.- Moro, ¿eres tú?

RUBALCABA.-Yo soy, ser indeciso de piel clara y mente turbia, ¿qué haces aquí, acaso me has llamado?

RJ- Existirían generaciones de seres a los que llamaría, antes de llamarte a ti, sombra de ser humano, negro como los encantamientos, oscuro como las nigromancias.

RB- Pues bien dime, que hacemos aquí los dos, seres ambos imperfectos de textura y cavilaciones tan distanciadas.

RJ.-Vagar, estamos muertos y como castigo a nuestros crímenes, estamos muertos y condenados a vagar y propagar nuestras imperfecciones a lo largo de los tiempos, de todos los tiempos, los presentes y los que aun están por llegar. Estamos condenados a repetir nuestros errores, nuestros crímenes y nuestras indecisiones hasta que el mundo, este mundo que conocimos y que sigue en su girar, decida olvidarse de nosotros y de todos los que como nosotros vagan y vagaran por él.

RB.-¿Pretendes decir acaso, que seguiré matando por los siglos de los siglos, por los milenios de los milenios a mi querida Ofelia, que volveré a juntar mis dedos alrededor de su cuello hasta que sus labios azuleen, hasta que el último hálito de vida surja por ellos, para no volver más……………..? ¡No por Dios, ruego que nunca más vuelva a sentir su calida piel arrugarse por el bramido de mis dedos, por la irrefrenable necesidad de terminar con el dolor que me posee al no ser él único en poseerla, en poseerlas a todas y cada una!



RJ.-Tu, al igual que yo, seguirás blandiendo la espada, amagando sin dar estocada precisa, dudando en que corazón has de clavar su punta para vengar la muerte de ese mi querido padre. Cuya muerte no vengaré nunca, por mor de no tener la seguridad necesaria de quien ha de pagar con sangre, la sangre que de mis venas han vertido. Pero los tiempos cambiaran y ya mi duda no se sembrará sobre el causante de mi querido padre, yo seré solo, nada más y nada menos, que la duda que se sembrará en todos los presos de corazón, aquellos que mirando más los porvenires, agasajos, tranquilidad en suma, miedo al futuro y a la soledad, única y autentica amiga del ser humano, única maestra de valentía y de seguridad, rechazaran lo que la vida, esta efímera vida, les pueda brindar. Así en la duda se debatirán en el pantano de los sentimientos, pisoteando, antes que las arenas movedizas de la vida, los quebradizos sentimientos del prójimo, machacándolos si es preciso para afianzar su paso y salir victoriosos de una batalla que de antemano, por cobardía y maldita indecisión, esta perdida para todos, pero donde las bajas se extenderán en correspondencia con la falta de certidumbre de ese sentimiento que tanto gusta a mortales, como a nosotros inmortales, el amor.



RB.-¿Pero que entiendes tu de amor, ¡espadachín de salón!, que teniendo ante ti al causante de tus desgracias no haces otra cosa que dar mandobles a la nada y todo por miedo……….. Según dices a la confusión, a no acertar con quien has de batirte en duelo a muerte?



RJ.-¿Y eso me lo dices tu? ¡Matarife negro!, ¡Mercenario del engaño!, que intentas recuperar a la vida, recuperar a tu lado, a la mujer que jamás te hizo tacha, que jamás pensó en mancillar tu honor y a la que fuiste capaz de matar, de romper su corazón, de acabar con sus sentimientos y aún quieres recuperar del reino de los sentimientos muertos, para que te acompañe en tu vida, para que soslaye igualmente tu soledad, para no tener que dudar de otras, para no tener que acostumbrarte a otros lechos. Pero que lejos de respetar el tuyo, visitarás cuando la oportunidad se te brinde.



RB.-No niego tus certezas, sobre las que, curiosamente, no tienes dudas, pero no olvides que la duda que tu siembras mata de igual manera todos los sentimientos, al estar basada en el engaño y buscando tu beneficio propio, tu protección, tu cobijo sobre el ala de amores reales o inventados, no olvides que para ti, junto con la duda o quizás derivado de ella, la soledad es tu otra ramera.



Aguirre, que escuchaba todo no dejaba de tomar notas y dar fe de todo lo que ellos se arrojaron entre las sombras, miro el mundo y pensó, cuanto daño a propios y extraños hace la indecisión, cuanto daño hace a propios y extraños la cobardía de no enfrentarse cara a cara con la vida. Esto lo tomaré a mi provecho y el poder................ será mío.















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