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jueves, 27 de septiembre de 2012

De magos y varas

Desde pequeñito, es decir, hace poco, siempre he pensado que tenía superpoderes, luego me di cuenta que, desgraciadamente, no los tenia, en la actualidad tengo el poder de incordiar con la palabra, que no es poco pero nunca comparable a los rayos beta que salen de ojos incendiados, al soplo viril de pulmones de acero, al convertirse en piedra cuando uno ya va convirtiéndose en esponja. Y no digamos volar balanceándose de edificio en edificio como si de un doble de Burt lanckaster se tratara en el Halcón y la flecha, (comprenderme antes de Spiderman ya lo hacia él y sin tela de araña).
                                                               
Luego pensé que me gustaría ser mago, como Merlín, como la malvada Morgana, como David Coperfield, no el de Dickens, ¡por dios!, el yanqui. Y no para cortar a bellas damas en pedazos que antes me las tiraría que cortarlas en pedazos.

 No, me gustaría ser mago para coger a los hijos de la delegada del gobierno, de Rajoy, de la Vicepresidenta, de Esperanza Aguirre, etc., etc., y por fuerza de mis poderes introducirlos en el centro de la manifestación del otro día, exigiendo los mismos derechos que exigíamos los concentrados y puesto que estamos en un régimen igualitario que recibieran la parte alícuota de palos que recibimos nosotros.

Pero claro mucho poder habría que tener para sacarlos de sus clubes sociales, de sus masteres, de sus universidades privadas, de sus salones fastuosos y hacerles comprender que si no forman parte del pueblo, el pueblo acabará con ellos.

Es la magia de la vida, la magia de la existencia, cuando menos lo esperas la vara se te pone dura, y hace maravillas, pero esto no es magia, me temo que es práctica y los poderes no son eternos, no obstante pensando en todo esto se me pone dura, ………….la vara me refiero.

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