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viernes, 12 de julio de 2013

LA MALA EDUCACION

Tengo pocos recuerdos de la infancia y casi todos para olvidar. Entiéndaseme, no es que viviera en una chabola, comiera mendrugos, ni me corrieran a palos. Pero muy bueno no tuvo que ser cuando el cerebro, mi segundo órgano favorito, hasta ahora, pronto pasará a primer plano, me veta recuerdos de edad temprana.

Pero lo que si recuerdo, es una educación Espartana, hasta unos términos que algunos padres actuales, más preparados para tener hijos de 25 años, que para educar a recién nacidos, desconocen.

Mi educación fue a punta de zapatilla, lo que no quiere decir que la utilizaran mucho, de eso me cuidaba yo, que con tres años me sabia el alfabeto, sumaba, restaba, multiplicaba y dividía, no sabia teoría de cuerdas, por qué no se le alcanzo a mi padre su existencia.

Me colocaba en sus rodillas en la terraza y con la zapatilla en una mano y la cartilla en la otra, iba marcando las letras que yo rápidamente aprendí, no era superdotado, era un superviviente y como tal actuaba. Así con 4 años al entrar en el cole, me pasaron de párvulos a primer curso en 15 días y de primer curso a segundo en una semana. Gracias a una zapatilla, entiéndanse las gracias, me salté dos cursos de primaria, que hubieran llevado sus buenos regletazos.

Y a partir de ahí, así fue todo, que en el colegio seguían los mismos métodos, métodos hoy denostados con razón, pero que siguiendo la teoría del muelle, hemos abandonado por los contrarios. Cuando la virtud, como me enseñaron los socráticos, está en el equilibrio de ambas.

Yo siempre iba merendado a todas las casas, siguiendo instrucciones claras y concisas, independiente de la ingesta de la misma, me sentaba en el borde la silla tanto de visita, como en el practicante, donde tenia prohibido llorar, ya que los hombres no lloraban, luego con el tiempo me he hartado, no de ir al practicante, a lo otro.

Esa fue mi educación, o al menos sus bases, resultado, primero y primordial no tengo hijos, no sea que se me escurra alguna de estas practicas hacia un inocente, por el mero hecho de gestarlo. Segundo leo todo lo que cae en mis manos, no sea que alguien me pregunte a punta de zapatilla y tercero y como efecto rebote, con 53 años conservo la rebeldía intacta. Algo lógico ya que ellos queriendo buscar la docilidad, solo aumentaron la rebeldía que llevo a mi mala relación en casa durante la adolescencia y a irme de casa a edad temprana. Con lo que puedo decir que con esos mimbres, posteriormente, me hecho a mi mismo, no es una excusa, ya se que podría haber salido mejor, pero es lo que hay.

Pero un resultado importante, también, es que me enseñaron a compartir lo poco que tenia, me enseñaron que la gente, contradicción aparente, no debe solucionar sus problemas a golpes, lo que me llevo a recibir muchas hostias en el Harlem madrileño, versus San Blas, y me enseñaron que no se roba, no se miente, que hay que dar la cara siempre, y que hay que cuidar y respetar al más débil.

Sin intentar justificar sus partes funestas, me quedo con mi educación, que si bien en muchos ámbitos, como el sentimental, me ha dejado un tanto castrado, ha hecho de mi alguien que no pasará a la historia por buena gente, ni por escritor, pintor, cineasta o padre de familia. Pero que siempre ha cuidado de los suyos hasta la muerte, con el “hadicap” de no sentir un cariño profundo hacia ellos; que nunca ha robado, ni se ha aprovechado de nadie, perdiendo para ello en muchas ocasiones de sus derechos y teniendo que dejar que otros se aprovecharan de él y que ha sabido quedar como un imbecil, cuando se ha comportado como un imbecil.

En suma he recibido una muy mala-buena educación, que ójala hubieran recibido todos nuestros dirigentes y quizás así no nos viéramos como nos vemos.

Siento que Barcenas, Rajoy, Aceves, Zaplanas, Cascos, Naseiros, Filesas, Griñanes y compañía, Cospedales, Aznares, Santamarias, subasteros de izquierdas, etc., son un problema de corrupción, pero en el fondo no deja de ser un problema, pero un problema de una muy MALA EDUCACION.

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