Kafka, se despertó una mañana y se vio convertido en un escarabajo, el pánico que describe solo puede ser imaginado por los pocos habitantes supervivientes en la Palestina Gaza.
Kafka corrió debajo del sofá, merced a la multitud de patas, que de su cuerpo coriáceo habían surgido, produciendo un mundo de sonidos metálicos parejos a alfileres entrechocando cerámicas.
No quería que nadie de su entorno le viera con esa apariencia, tenia miedo al rechazo, incluso a que le exterminaran. Tanto es así que en un pasaje de su “terrorífico” relato le lanzan un pedazo de manzana en el que queda subsumido, boca arriba con sus ocho patitas clamando en el vacío y balanceándose en la curvatura del fruto.
Y yo me pregunto: ¿Cómo nos verían los demás si nos mostráramos como realmente somos, si realmente dijéramos lo que pensamos, nuestra visión del mundo, nuestra visión de la justicia, nuestra visión y actitud ante el otro?
Si, lo que estáis pensando, algunos se despertarían gusanos y estarían encantados de ello, regodeándose en sus cuerpecitos blancos, rellenos de patitas suaves, que no causarían ningún ruido sobre las moquetas, en las que seguramente habitarían.
Otros serian cucarachas y verían la gran ventaja de movilidad y rapidez que les aportaban sus largas y arqueadas patas, para recorrer por multitud de despachos y visitar a multitud de colegas, con la ventaja sumada de poder alimentarse con cualquier desperdicio que se encontrara a su paso.
Otros serian ratas, de largos bigotes y extremos rabos, que comerían, a su vez, cucarachas, dada la menor velocidad de estas, pisoteando gusanos y consumiendo el caldo resultante del aplastamiento.
Un gusano más que no llegará a mariposa…………
Kafka se desesperaba y quería ser como era antes, ¿pero como era antes?
Seguramente, nada más que un escarabajo.
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