- Si alguien nos leyera o leyese, cosa que dudo, estaría estragado de este diálogo de besugos, en el que dos personajes, con preguntas triviales y descripciones dudosas, intentan averiguar, uno quien es el otro y el otro intentar que este no lo descubra, ¡al grano compañero!
- Pensé que eras menos lerdo de lo que pareces, pero bien, vamos al grano, ¿qué piensas de la muerte?
- Ahora me preguntas de religión ya solo falta que Woody Allen entre por la puerta. Pero vamos a ello; alguna vez he pensado en matar a alguien, he de confesarlo. Tiene que ser una sensación extraña acabar con la vida de alguien, por ejemplo apretar su cuello hasta sus labios azulean y ves la punta de la lengua saliendo entre sus dientes, mientras sus ojos se inyectan en sangre. Debe ser como sentirse Dios, al fin o al cabo él lo hace todo los días y con fruición debe ser algo, digamos estimulante.
- No me refería a ese tipo de muerte, me refería a la tuya o porqué no a la mía.
-No sé, no tengo motivos para matarme, ni tampoco para hacerlo contigo.
- Entonces ¿por qué has intentado acabar conmigo en más de una ocasión?
He de confesar que en este punto empecé a perder el control de la situación, hacia rato que no le miraba a la cara, solo seguía su reflejo en el espejo, pero algo en su mirada y más después de lo dicho me llevo a estremecerme.
-¿Cuándo he intentado matarte?
- A diario, en cuanto se te presenta la oportunidad no buscas otra cosa que acabar conmigo y lo considero injusto, aunque no lo recuerdes somos más que amigos desde hace un tiempo, desde que decidiste tomar partido por la cordura asocial.
- ¿La cordura asocial?
- Si, esa cordura que hace que te centres, pienses, reflexiones, fuera de la masa que se deja dirigir y que ostenta ese pensamiento único, creado e insertado para ellos y en ellos…………………..
Todo me daba vueltas hasta el punto que casi me caigo del taburete que por mor a su inmovilidad en el suelo, era mi primer punto inmóvil. Me repuse sin saber que decir.
El orco se dirigió a mí, pero ya no era un servidor de las sombras, era una camarera exuberante, de ojos solares y boca enorme iluminada con blancos neones.
- Señor es hora de cerrar, será mejor que pague las consumiciones y se vaya a casa, por hoy ya ha bebido bastante. Tengo que cerrar, estamos solos como puede ver.
¿Solos? Pensé desorientado.
-Bien, preciosa cóbrame, habrán sido 10 dobles míos y otros tantos de mi enigmático compañero.
- Lo siento señor, pero solo cobramos a los clientes que se sientan fuera de la barra, no a los que se reflejan en el espejo de detrás del mostrador, los dobles de los dobles van por parte de la casa.
-Vuelva cuando quiera en EL DOBLE siempre será bienvenido.
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