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miércoles, 9 de enero de 2013

DOS EXTRAÑOS EN UN BAR 1

Entrar en un bar, y no en otro, ¿es destino, es casualidad?, en casi todas las ocasiones es una auténtica necesidad, para sentir que algo libera la presión, que otra vez, ultimamente con más frecuencia, sentía  se apoderaba de su voluntad. Era un peso de vida, un peso de vida vivida, un peso difícil de soportar.

 
En estas cuestiones tan utilitarias y profundas a la vez, iba pensando él, cuando unas luces a lo lejos, entre la niebla reinante de aquella ciudad, provincia, comunidad o país, le indicó la presencia de un “abrevadero” para saciar su ansiedad. Subió el cuello del abrigo, caló su sombrero y con paso firme, como un barco con destino definido enfiló hacia ese faro de necesidad.

"El doble", rezaba bajo los globos amarillentos que, sobre fondo negro, iluminaban la entrada. Nombre animante donde los haya, que siempre es mejor el doble que la mitad.


Dentro, vaho que empañó sus lentes y cubrió su alma, (en el caso de que ella por fin existiera o existiese), de un calor agradable, trufado de un olor agrio que la ley antitabaco ya no podía ocultar.


Intentó mover un taburete para acodarse sobre la barra acolchada y tachuelada que hacia del mostrador un largo discurrir, que recordaba una bata de guatiné, que por delirio de un diseñador ofuscado, es decir moderno, estaba hecha de una suerte plástica con reminiscencias de cuero dominatrix.


Primer chasco de la noche, el taburete estaba anclado al suelo marcando por decreto la distancia que debían ocupar sus piernas hasta aplastarse con el mostrador, un rencor más que rabia le inundo, ¡por dios!.........hasta en un bar había que estar anclado en un punto determinado!!!!!


El camarero, ¿qué decir del camarero? Podríamos describirlo como: bajito, gordo, casposo, y barba lunar…………..de las que se afeitan entre cuarto y cuarto, por supuesto lunar.


La Bebida……….. da igual, algo con mucho alcohol y poca densidad, que no cueste trasegar, que queme por donde pasa y no amargue más que la realidad.


¿Clientes?, escasos, una mujer cuyo trasero cubria la totalidad del asiento,  produciendo el efecto trampantojo del tubo del taburete introduciéndose directamente en su ano, ¡que dolor…………. o que placer! Que todo es relativo.


A su derecha un asiduo,  como atestiguaban sus afluentes rojos en torno a su nariz, a manera de fractales que recordaban un Amazonas sangriento recorriendo su porra porosa, ausente de grasa que tapara sus cráteres dilatados.


Y…….!joder! al fondo de la barra un tipo que le recordaba a alguien, a alguien muy conocido,  para él.


Cogió su copa y “desembutiendo” sus piernas del guatine, hizo rodar el taburete encarándose hacia él. Quien absorto en el fondo de su copa no le prestó la menor atención.


¿Quién era ese tipo, a quien le recordaba, de que coño le conocía? Todas preguntas sin respuesta que procuró aclarar pidiendo un segundo chute al camarero lunar, esta vez acorde en dimensiones con el nombre del local.



CONTINUARA..................................

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