KINDLE AMAZON

miércoles, 31 de octubre de 2012

BUKHARA

Y por fin Bukhara, fonético Bujara, ya sé, ya sé, que falta Tashkent, que falta Charvak, no, no faltan compañeros………………sobran, que es diferente, por ello la última etapa del viaje y del relato, al menos para mi fue en Bukhara, lo que no quiere decir que no conserve buenos recuerdos de otros sitios, que no han pasado por el papel, por circunstancias que a nadie incumben y que están por ello para conservar.


Bukhara, es una bonita ciudad, no es grande, no es pequeña, es acogedora y con poco baldosín, me refiero a poco restaurada, en comparación con el resto, solo una pega, es un mercado persa, todo son tiendas, mezquitas antiguas, madrasas en desuso, y los propios mercados instalados en calles y lugares imposibles.
En Bukhara era agradable hasta el establecimiento escogido para nuestro alojamiento, un antiguo palacio de un adinerado efendi, que conservaba su patio en parte cubierto por las imposibles columnas de madera locales, sujetas a su basa por finos vástagos envueltos en pelo de camello, lo que da una sensación de fragilidad, únicamente equiparable a las pequeñas jóvenes que se esmeraron en hacernos la estancia más agradable.

Como siempre pasa, entre todas una, ojos de ámbar gris, y cuerpo en definición, pero sonrisa de la que te aprieta el cuello y no lo suelta hasta que, vergonzosamente, baja sus armas para no aniquilarte. ¿Su nombre? No lo quise saber, un recuerdo no debe tener nombre, debe tener sentimiento, debe tener galope cardiaco, debe tener sonrisas y miradas furtivas. Yo camino del otoño, ella empezando la primavera, decidí centrarme en mi próximo invierno y solo corresponder a sus soplos de pestañas y sonrisas a hurtadillas. A la partida un beso al aire que cambio su faz a un rojo intenso y a mi porque no decirlo me llevo del otoño al verano, todo como a la vieja usanza, mirando y sin tocar, algo en desuso pero que tanto placer da.

Volvamos a Bukhara, en ella ataco de nuevo la maldición de Tamerlán, esta vez le toco a Alicia y a mi de nuevo, ella se llevo la peor parte.

Yo, al no dormir con sosiego, me levantaba a horas intempestivas y me dirigía a dar vueltas por la ciudad, sin tenderetes y mercados, dando los buenos días a todo pichichi que me cruzaba, todos invariablemente y con una sonrisa satisfecha me contestaban, así son los uzbecos, !
Todas las mañanas a la entrada del mercado una anciana mujer tirando de un carro colocaba todos sus articulos, pero fuera del mercado, sus mercancias, calzoncillos, calcetines, bragas, gorros, todos posiblemente de origen chino, no tenian cabida entre la mercaderia para el turisteo, solo consumo local y que solo veia desaparecer, de nuevo tirando de su carro al apagar el día. Hubiera querido hacaer algo por ella, por su edad, por su horas y horas de trabajo, por su vida, pero no pude. ¡Malditos políticos!

Luego, más sosegado, me sentaba ante la antigua Mezquita, poco menos que una caseta de obras, de restauración inexistente y tan antigua como la misma ciudad; encendía mi pipa, y entre toses matutinas, observaba como sus sobrias líneas, hoy en proceso de licuefacción, se endurecían con los primeros rayos del sol. Como diciendo “no me toquéis quiero morir de una pieza” ¡Que buenos momentos!

No obstante siempre se me escapaba una sonrisa, al pensar en los rusos,  a quienes no se les ocurrió otra cosa que instalar una taberna en ella. No existe tanta diferencia entre una mezquita, iglesia o tasca, por diferentes motivos te elevan a un Dios, llámalo Ala, Jehová o Baco, eso si por diferentes caminos, yo personalmente y puesto a creer, creo en el vino, suelta la mente y el cuerpo y en su medida justa da fuerza de vida y el ímpetu necesario para seguir adelante, empuje no baladí.



El resto, risas, cariño, camaradería, generosidad, sentimientos entre un grupo de desconocidos que dejaron de serlo, al menos por quince días, el resto Ala dirá.



Hasta pronto, os echo de menos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario