KINDLE AMAZON

lunes, 9 de abril de 2012

POR EL BENEFICIO. HOMENAJE A POE

En la Morgue, epíteto indicativo del material trasegado en su interior, para nosotros depósito, nombre más frío, más almacenista, sin la entrañable etimología francesa, de lugar donde reina y reside la muerte. Se almacenaban los cuerpos, pero a diferencia del característico frío inherente  a su propietaria, los cuerpos parecían expulsar mínimas cantidades de calor…………………….

Y es que no estaban muertos.

Por pasillos obscuros, trasladaban camillas de chirriar profundo, como sinfonía que marcaba la obertura y el epilogo de los que en ellas ¿descansaban?  Eran colocadas con meticuloso cuidado,  como en un gran garaje,  sin marcas en el suelo que nos indicarían hasta donde no se podían extralimitar en su aparcamiento.

Pero los trajeados eran milimétricos en esta función, cada una a 10 cm. de la anterior, creando un parque de vida de no más de 4 dedos alrededor de cada una de las aristas de la camilla. Lo suficiente para vislumbrar un mundo donde reinaba la vida, pero insuficiente para huir de la muerte.

¿Qué cuerpo puede deslizarse entre cuatro dedos, y salir de un entramado de metal con ruedas,  sin provocar la alarma del chirrido de  ruedas de las camillas circundantes?

Yo estaba en una de ellas.

Lo brazos me pesaban, me pesaban como mi falta de vida, pero aunque hubiera podido levantar los brazos y asirme a la vida, era un esfuerzo inútil, estaba atado con correas y si en el delirio no entraran todas las interpretaciones,  juraría que las correas iban rematadas en hebillas de oro, de un amarillo brillante,  en el que rebotaba la luz parpadeante de los fluorescentes colgantes del techo,  unos cuantos metros pon encima de nosotros. No obstante podía volver la cabeza y ver a los trajeados, con parsimonia, con elegancia innata,  pasearse entre los intersticios de las camillas, comprobando constantes vitales, abriendo y cerrando sueros, administrando líquidos ambarinos en las venas machacadas de orificios,  de mis vecinos.

Mire mis brazos y reconocí el surco de picaduras que en ellos se representaba, motitas de costras, antes sangre roja pugnando por salir,  que por misterios de la coagulación y la hemoglobina se habían convertido en barreras que impedían lo que mi cuerpo pedía, ser desangrado poco a poco y de manera definitiva. Dicen que es una muerte dulce,  más que un disparo en la sien, más que ardiendo rodeado de gasolina, más que entre dolores en fase terminal en un hospital dehabitado.

Observé por el rabillo del ojo como se acercaban a mi, uno de ellos me era familiar,  era el de traje más raído, con pinta de científico venido a menos y que gesticulaba a los inescrutables trajeados,  que lo acompañaban.

Lo acompañaban,  amen de los trajeados,  otros dos personajes que al menos vestían o compraban en los mismos almacenes, ¡hasta en las morgues había clases! Para conducir y separar actores y personajes de este sueño, pesadilla o quizás realidad. Los llame para mis adentros los desarrapados.

Pues bien,  estos desarrapados oponían una ligera resistencia a las órdenes, que al parecer, recibían de los trajeados. Agucé el oído y entre los murmullos pude distinguir varios idiomas distintos, hablaban en francés, ingles, alemán, italiano, portugués y español, pero no había problemas de entendimiento entre ellos, era como si todas las lenguas se fundieran en un esperanto recién descubierto, que les hacia poseer el don de las lenguas,  por mor de un intercambio generalizado de maletines. Entonces pensé, estoy muerto y al final va a ser verdad que hay algo después de la muerte.

Rápidamente descarté ese pensamiento de mi cabeza por irracional y por el dolor que me causaban las correas en tobillos y rodillas.

Además la discusión entre trajeados y desarrapados capto mi atenuada atención. Estos se negaban a recibir unos maletines que los dandys pretendían entregarles……………

Escuche en un nítido castellano:

-        No puedo hacer lo que me pide,   todavía está vivo, esperemos a que muera per se, o administrémosle algún opiáceo que termine con su sufrimiento, pero así no podemos llevar a cabo la transacción.

El trajeado impasible, contesto:

-        Lo necesitamos vivo, sus órganos no nos servirán una vez muerto,  queremos su esencia, su sangre, sus vísceras, sus órganos, queremos todo y pagamos por todo lo que nos rinda beneficio.

El desarrapado que hablaba en griego,  cogió  el maletín y vi como se alejaba la camilla de mi compañero moribundo,  detrás del anterior propietario del portafolio. En su pie una tarjeta Dimitri Sakelarios.

La operación se repitió con el portugués,  en su pie rezaba Ricardo Reis.

Y por último el personaje desaliñado, que me recordaba a alguien,  titubeando cogió también  su maletín y el trajeado con una sonrisa de medio lado le espetó.

No te preocupes Mariano, es en aras del BENEFICIO.

Mientras me alejaba por el pasillo leí la nota sujeta al dedo gordo de mi pie,  mi nota,  donde figuraba mi nombre: Juan España, y lo entendí todo, me iban a INTERVENIR Y ME LO IBAN A QUITAR TODO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario