Visto lo visto, quizás los Mayas no fueran tan tontos. Las fechas se acercan y ya casi nadie cree que caerá un meteorito que termine con esta fallida especie, no habrá maremotos que pongan las cosas en su sitio. En suma la tierra no temblará bajo nuestros pies, hasta tragarnos, en un ritual de fagotización universal.
Ni siquiera cabe pensar en nosotros como en un experimento de terraformación, en el cual fuimos plantados aquí hace millones de años por unos recolectores lejanos, que ya se plantean la hora de recoger su cosecha. Desgraciadamente solo recogerían deshechos que no servirían ni para abonar.
Pero los Mayas vieron un poco más allá, comprendieron que esto era el final de un ciclo, y tiene que serlo.
En puridad hemos vuelto a la charca primigenia de paramecios, amebas y vorticelas, que con sus finos cilios navegan en el caldo original, en el que no existe la moral, la solidaridad, el amor, la consideración, ni siquiera la protección del más débil, hemos vuelto a ser organismos unicelulares, y como tales solo nos mueve el beneficio y el sexo. El beneficio en cuanto a expansión de nuestro poder y el sexo como fundamento de nuestra continuidad.
Quizás un filosofo o un sabio Maya, que para el caso es lo mismo, calculó matemáticamente y al ritmo que sus congéneres se aniquilaban en guerras estúpidas y esquilmaban su ecosistema, el tiempo que quedaba para este tipo de organización. ¿Qué hay que ser muy listo para calcularlo? Es probable, pero no imposible, acordaros de Eistein y nadie le creía.
Hoy todos estamos en este charco lanzándonos bocados con un solo fin, ser los que sobreviven y se perpetúan, quizás ha llegado el momento de que alguien o algo, meta su pipeta en el porta y a través del microscopio, seleccione manualmente quienes han de seguir y quienes se han de extinguir.
En vuestra mano ha estado la permanencia y se ha derrochado, esperemos vernos de nuevo en otro escenario y que el cambio aún siendo traumático sirva para algo más allá que empezar de nuevo.
Buenos días y buena suerte.
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